Poder, envidia e inseguridad. Clara Bredy



La inseguridad supone una percepción de amenaza de todo aquello que ponga en evidencia el miedo a no poder dar la talla o no conseguir los resultados que debe mostrar la persona insegura, ante aquellos, que le han dado poder. Aún sin tener claro que lo merezcan. 

La rigidez mental e incapacidad para la deliberación son reflejo de su enorme fragilidad y del pánico a ponerse en evidencia. Por eso, ejercen el poder de manera sibilina y autoritaria. Por miedo a "ser descubiertos" en la cuestión de fondo, su baja autoestima: "no puedo", "no soy capaz", "no soy lo bastante listo/a, guapo/a, etc" 
Esas carencias se convierten en un peligro para aquellas personas que puedan estar bajo su autoridad. 

Cualquiera que pueda hacerle sombra deberá ser eliminado del escenario, como única y perversa forma de reducir su angustia por su autopercepción de no ser suficiente. Esto se agrava cuando la persona a "eliminar" tiene un prestigio ganado por méritos propios, que hacen de espejo a quien sobre ella ejerce el poder. Obviamente, nos encontramos aquí con la tragedia de la envidia. Horrible sentimiento que impide a quien la siente, otro recurso de relación que el autoritarismo y la exclusión. 

Necesitan vivir en entornos de fantasía, fuera de la complejidad del mundo real, en donde no se cuestionen sus decisiones. Es como cuando un niño se esconde tras un sillón y cree que nadie sabe dónde está, ni lo que hace. 

En el mundo del teatro, siempre la dramaturgia trae a escena dos musas griegas, Talía con su máscara alegre  y Melpómene con su máscara del llanto. Melpómene es la musa de la tragedia. Su imagen lleva una lira en una mano, por lo que representa también el canto coral y su fuerza para abrir la confianza a través del poder del canto, y en la otra mano, oculta, una máscara que representa la estrategia del engaño. Del personaje teatral que consigue la confianza con las malas artes. También se representa con una daga ensangrentada, en vez de la máscara del llanto. 

En este punto, resulta inevitable la tragedia. Esa que acontece cuando quien sufre la inseguridad y la envidia, se disfraza con sus velos, toma la lira en una mano y canta una bella melodía al oído de su víctima, para disfrutar su venganza, eterna compañera de la envidia, mientras en la otra mano, blande la daga con la que ejecuta a su víctima, una vez que haya sucumbido a su canto, ganando así su confianza. Confianza que, dicho sea de paso, es el mayor poder que se pueda entregar a otro, ya que podrá llevarte al abismo sin que siquiera lo veas venir.

Decía mi padre "¿Pero tanto bien te he hecho que tan mal me tratas?" 

Necesitamos mejorar nuestra salud mental, así que, ante el maltrato, tolerancia cero.

Comentarios

Entradas populares de este blog

ABRAZAR LA VEJEZ. Clara Bredy

FUEGO y FALTA DE PUDOR. Clara Bredy

EL ELEFANTE EN MI SILLÓN. Clara Bredy