Adicta a la Esperanza. Clara Bredy
Cuando imagino la sensación de plenitud, me viene a la memoria aquella imagen radiante del amanecer en la isla de Margarita, en aquella infinita playa del Agua, cuando hace ya 60 años, corría en busca de las señoras que llegaban con sus empanadas de cazón calentitas. Luego me sentaría en el pantalán, a devorarlas. Para mí aquello era un sueño que se hacía realidad cada verano. Eso era ser feliz. Me tranquiliza saber que esa imagen está en mi memoria como el primer día. Asidero de que esa sensación placentera, llena de fuerza y cómo no, de nostalgia, me sigue acompañando.
A medida que nuestro bienestar emocional se vuelve lastimosamente dependiente, de una urgencia hambrienta de momentos felices, ahora que el mundo que conociamos y nos daba soporte y esperanza parece desmoronarse, me inclino cada vez más a considerar que, es una fantasía tramposa hacer que nuestras vidas giren en torno a la obsesion por la felicidad. Constato que, no es la armonía y el que nuestras vidas cobren sentido en comunidad lo que prima, sino la falacia de encontrar, como quien se topa con un diamante en el fondo del mar, la felicidad perseguida, desde el ideal individualista y sus derivadas. Para hacer frente al caos es éste el discurso. Resumiendo, cuanto más lejos de esas otras personas que igual que yo, se sienten desoladas, más cerca de la felicidad estaré. En este punto, me mojo y reivindico aprender a gestionar el dolor y la tristeza, acompañadas. No abandonar, no tirar la toalla. Construir puntos de encuentro, lugares donde los vínculos realmente humanos, sean estandarte. Volver a vernos las caras, recuperar la mirada mutua.
Hace unos 5 años, hablando con una amiga, de nuestra larga trayectoria vital, élla decía que le parecía que yo nunca había sentido miedo. Que todo era fácil para mí. Sin duda, ella confundía echar pa'lante, con hacerlo sin miedo, sin angustia, sin dolor. Sin compromiso vital.
Tenemos una obsesión suicida por evitar el dolor físico, y emocional. Por esconder la tristeza. Cuando son precisamente estos sentimientos, gestionados con humildad y autenticidad, los que tallan en nuestras vidas, la posibilidad de un camino hacia la paz y la armonía. A través de la aceptación de ese dolor, pero sin rendición. Aceptar no es rendirse. Y para aceptar sin rendirnos, tener la valentía de ser personas honestas con esos valores que nos dió el pensamiento ilustrado, es innegociable. Si no vivo como pienso, acabaré pensando como vivo.....
La idea es no abandonar la búsqueda de los caminos para sentirnos bien, aún en la vivencia de la tristeza, y siempre con la positiva incertidumbre de que, todo puede mejorar con nuestra participación. Aunque el río de la vida nos arrastre a dejarnos llevar por la idea recurrente, de que sólo cabe la posibilidad de ir a peor. Desde luego, eso requiere compromiso, honestidad y renunciar a la idea de que es posible hacerlo desde el individualismo feroz que nos arrastra.
La impresión de que somos marionetas a las que mueve "la mano que mece la cuna", está calando en muchas personas, grupos y sectores sociales que, simplemente creen que, sólo queda la huida para alejar el miedo al dolor.
El sufrimiento es un tabú. El dolor también lo es. No encaja como parte de una vida buena. Sin embargo, somos también, nuestra tristeza, nuestro miedo y nuestras frustraciones. Eso también configura el ser humano que somos.
Nuestro profundo miedo a no saber cómo buscar las respuestas a las nuevas preguntas. Mas aún cuando creíamos tener resueltas las viejas preguntas. Y esto nos paraliza y nos da pánico.
La felicidad se ha vuelto una exigencia, una obligación, en el peor momento de nuestras vidas. En un momento en que nos faltan los arrestos necesarios para no perder la esperanza. Para tener la valentía de que esa esperanza, haga que, cuando el suelo sobre el que pisamos se nos mueva, seamos capaces de adaptar nuestras pisadas a la incertidumbre. Y por supuesto de trazar nuevas sendas para transitar el desaliento y convertirlo en estímulo para seguir adelante.
Magnífica, como siempre. Gracias por seguir escribiendo.
ResponderEliminarTe felicito de corazón por la profundidad y honestidad de tu reflexión. No solo habla de tu proceso, sino que da luz al de muchos. Qué importante es tener el coraje de compartir desde el alma. Gracias por hacerlo con tanta verdad.
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