Conversando con mis niet@s. ¿Es posible obedecer a quien no te respeta? Clara Bredy

Esta mañana temprano, disfrutando de ver nacer el día y embriagada con el efecto de la posma potenciando la fragancia de alguna orquídea, afanada en la reorganización del jardín, me dispuse a intentar que algunas plantas, las más fuertes, bien aclimatadas al entorno, y veteranas, helechas, cintas, ficus, etc. dieran protección a las más frágiles como orquídeas varias, sobre todo dendrobium, phalaenopsis, cymbidium y zapatillas de venus. Bueno, voy a meter el freno para no convertir este escrito en un post botánico. Volviendo al asunto. Mientras estaba en esta recomposición, para que las fuertes protegieran a las frágiles, de modo que éstas tuvieran abrigo para poder prosperar, con el abrazo vegetal de las veteranas, de repente, recordé una conversación de hace unos meses, con mi nieta adolescente. Ella me contaba cómo en su IES se había plegado a una cierta obediencia a una compañera que no la respetaba, para protegerse. Tuvimos una larga conversación sobre los vínculos y el sometimiento. En este supuesto su compañera tenía una cierta posición de poder dado que era líder de grupo. 

Qué pasa cuando la obediencia deriva de ese concepto llamado "obediencia debida", por una norma no consensuada, hacia una figura formal de autoridad (padre, madre, profesor@,superior jerárquico) etc, que no respeta a esa persona adolescente. Pues que la obligación de obedecer a quien no les respeta es el germen del sometimiento afectivo e intelectual y el bloqueo del pensamiento crítico. 
Esta es la base estructural para poder ejercer el control efectivo y duradero en los modelos autoritarios.

No es posible la construcción de la autoestima y la seguridad en si mism@ sin la elaboración de juicios críticos basados en el respeto a sí mism@s y al resto de personas. En un contexto de deliberación no de coerción. 


Tras la reflexión anterior y el recuerdo de lo ocurrido con mi nieta, hace unos días, conversando con otros dos de mis nietos adolescentes, sobre la obediencia, éllos comentaron algo que me revolvió. El asunto gira en torno a la obediencia debida, a quien debe cuidar de ti en la escuela. Surgió este tema en una conversación sobre los escenarios donde la arbitrariedad en las medidas disciplinarias, el juicio previo sobre "lo malos que son algunos alumnos" (culpables hasta que se demuestre lo contrario...) y la carga del señalamiento ante toda la comunidad educativa, consiguen que las figuras de autoridad que, en el IES utilizan este tipo de estrategias de control, dejen de cumplir con su deber de cuidado y protección. Vulnerando derechos fundamentales. Además de generar en algun@s alumn@s la pregunta inevitable, acerca de qué valores (o contravalores) está promoviendo un@ docente que se conduce de esa manera. Tristemente no todo el alumnado se hace preguntas, se limitan a obedecer sin preguntar, a huir de ser señalados, a evitar "que les cojan manía". A ser futuros adult@s dóciles y fáciles de controlar aunque la sociedad los aplaste. A ser meros supervivientes con miedo a vivir con plenitud. 

Por suerte para mi nietos y nietas, también encuentran en algun@s docentes ejemplos a seguir, islas de luz, lugares donde refugiarse. Esto sumado a que sus familias están totalmente comprometidas con su educación, les acompañan, les corrigen y les orientan para que hoy sean adolescentes autónom@s, responsables y felices. Siembra para un futuro donde la armonia y el criterio de justicia prevalezcan. 

En la conversación con los niños, dos cuestiones que ellos comentaron me dejaron impactada. 
La primera: "Yaya, yo me pregunto ¿Cómo nos piden una y otra vez dar la cara si se esconden detrás de las sanciones sin comprobar qué ha ocurrido o ignorando la información que tienen?" 

La segunda: "Está claro que a nosotros nos toca obedecer y cumplir las normas, aunque a veces no las entendemos o no nos gustan, pero Yaya, ¿cómo puedo aceptar que quien me las hace cumplir, me sancione sin más, incumpliendo sus propias normas y que además me intimide a la escondida y me amenace, con que conseguirá sacarme del Instituto?... 

Es evidente que se está generando en este caso una disonancia cognitiva, que el alumno no consigue procesar adecuadamente. Colocándolo en un escenario que, por otra parte, es inaudito y ante el cual ningún alumn@ debería encontrarse. 

Las personas adultas, con responsabilidades educativas, formales o informales, nos quejamos continuamente por todo, pero en nuestra cotidianidad qué hacemos. Nos rasgamos las vestiduras mientras contribuimos a un tiempo que parece ir hacia el fin de los valores que dieron solidez a la modernidad. En el fondo damos de comer al individualismo feroz y contribuimos a la predominancia de lo que Z. Baugman, denominó hace tiempo "sociedad líquida". 
Y mira por donde, resulta que la educación sigue siendo ese recurso estrella que a día de hoy puede preservar estos valores de solidaridad y colaboración, de transparencia en la acción pública  y de empatía. De los pocos reductos de posibilidad. 

Otra cuestión relevante es que los modelos autoritarios consiguen un importante nivel de desafección del criterio ético, a la hora de abordar la resolución de conflictos. En la edad adulta no importará lo que hagas mal, sólo importará que no te descubran. Como ejemplo, la figura de autoridad que realiza la amenaza a escondidas al alumno, para que no la pillen. El mensaje para ese alumno es bastante obvio y demoledor. 

En el derecho romano, el ejercicio de la autoridad venía marcado por el concepto del «auctoritas» y se consideraba una cualidad que había que ganarla en base al justo criterio moral e intelectual, concretando en su práctica, sus valores como ser humano y su experiencia. Nuestra era parece haberse olvidado de algunos ejes centrales a nivel ético, aunque nuestras normas sigan siendo herencia del derecho romano. 

Huelga decir que la auténtica autoridad deriva del respeto que se gana quien la ejerce por sus valores humanos y su experiencia. No del poder que da el miedo a quien te puede convertir en víctima de los prejuicios y la arbitrariedad.

Y es que... la protección de quienes están a nuestro cuidado precisan de conocimiento, bondad, humildad y sabiduría


Ahora mismo suena sobre mis helechas la vida que cae del cielo cargadita del agua sin la que no hay vida posible. Esas helechas que levantan sus hojas impregnadas de milagro, agradecen a la lluvia su alimento y prometen abrazar y proteger en un gota a gota como su rocío a las delicadas orquídeas que están a su cuidado. 


Comentarios

  1. Pilarmagarinos@gmail.com24 de marzo de 2024, 5:10

    Muy bueno, me encantó, y mi lucha contra la "autoridad", ya sea del docente o del matón del patio, va un poco más allá de la palabra . Soy un poco más burra y por eso no digo cuánto. Bssss

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