Cuando se acaba el amor y se pierde el respeto. Clara Bredy

Sea cual sea la causa del desamor, el respeto a la pareja es innegociable. 
Las relaciones saludables se asientan en comportamientos responsables, sinceros y respetuosos en base a los cuales, a través del tiempo se construye la Confianza, con mayúsculas, el bien más preciado, el que da soporte a la convivencia. 

Los vínculos de las parejas sanas han de estár libres de situaciones tóxicas. Para eso tenemos que poder identificarlas. 
Es fundamental estar atentas al camuflaje que esconden ciertas situaciones que violentan el respeto y acaban destruyendo la confianza, cuando no a las personas. Se camuflan en excusas y falsas justificaciones, completamente creíbles a primera vista. 

Cuando uno de los miembros de la pareja pierde el interés, se desenamora, la opción de ocultarlo a la otra parte de la pareja por la razón que sea, le usurpa a ésta su derecho a decidir si quiere seguir viviendo con alguien que no la ama y de paso le roba todo ese tiempo de vida, lastrando su presente y condicionando su futuro. 
 
El desamor va acompañado en muchas ocasiones de una distancia y un abandono progresivo, casi imperceptible, que poco a poco sube de intensidad y somete a una soledad emocional insoportable para la otra parte, que no entiende qué ocurre, no recibe respuesta a sus preguntas y simplemente constata el aislamiento físico y emocional en el que está viviendo sin comprender lo que pasa. Si a ésto se suma que puntualmente quien ya no ama, concede a la pareja refuerzos intermitentes, como palabras amorosas y regalos inesperados, la otra parte no puede procesar adecuadamente lo que ocurre. Es una situación perversa y muy compleja. 

Cuando ésto se da en parejas que llevan décadas de convivencia, encontramos el agravante del "acostumbramiento", que permite que el que oculta la situación sentimental del desamor, pueda de manera consciente o no, hacer creer a la otra parte que simplemente las rutinas del día a día lo mantienen ocupado, sin reconocer que se mantiene ocupado para evitar a la pareja. Este argumento es muy socorrido en los que además se llevan el trabajo a casa. Así no comparten la convivencia ni siquiera cuando están en casa. Se le suma que se acuestan después y se levantan antes que la pareja. Y eso sí, luego le llevan un café y aquí no ha pasado nada. 

Las secuelas de la soledad emocional son a largo plazo, de gran calado y difíciles de superar. Implican asimilar el desprecio y el abuso derivado de años de engaño y desconocimiento de la situación. Recuperar la autoestima dañada e intentar no desconfiar para siempre ante el acercamiento de otras personas. Por señalar algunos aspectos. 

Además sentencia a muerte la posibilidad de acercamiento de la persona abusada, al artífice de su situación. Cuanto mejor haya sido la relación de pareja en el pasado, cuanto más profunda haya sido la confianza, más graves serán las consecuencias y será casi imposible un nuevo vínculo cuando dejen de ser pareja y posiblemente, salte todo por los aires.

No tenemos derecho a robar la vida de nadie, ni su derecho a decidir. Mucho menos de quién nos otorgó su confianza plena. Desgraciadamente hay quien después de todo el proceso de aislar emocionalmente a la pareja y ocultar el desamor, se da el lujo de decir que tiene la conciencia tranquila y aplica la "ley de hielo" para no rendir las cuentas a las que un mínimo criterio ético obliga. 

Cuando algo en las relaciones vulnere tu autonomía, necesidad de afecto, bienestar, comunicación y reconocimiento, saca tarjeta roja. Quien te oculta su desamor es capaz de cualquier cosa.


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