"Te lo dije, mira que te lo dije" Clara Bredy

"Te lo dije, mira que te lo dije......" 
 
Esa frase lapidaria, se convierte en el impuesto castigo a pagar por pedir un consejo si no lo sigues y la cosa no sale como esperabas. Aunque no se sabe si como esperabas tú, o quien te dió el consejo...

El tema, en apariencia trivial, se me presentó hace unas semanas con una cara en la que nunca había reparado. Repentinamente, descubrí que esa cortísima frase resume la esencia de la soberbia. Tres palabras que esconden un manantial de autoritarismo y vanidad. 

No pocas veces, cuando se pide una opinión o un consejo, quien responde entiende que debe saber o conocer más y mejor que quien pide el consejo, y por ello, sus advertencias y opiniones han de ser escuchadas con atención y sin cuestionamientos. 

Ocurre que la persona "aconsejante", desde su infinita sabiduría, casi sin darse cuenta, mira desde su atalaya a quien consejo le pide. Desde el convencimiento, de que las cosas se harán según su indicación y criterio. Que para eso le han solicitado asesoramiento. 

Ahora bien, qué pasa si ese consejo no se sigue y las cosas no salen como era de esperar. Pues que se desata una suerte de tratamiento de castigo a quien no fue obediente y siguió el consejo. Cómo se ha atrevido a semejante autonomía de la voluntad. Y entonces aparece la frase inevitable: "te lo dije". 

Parece mentira cómo esa simple frase es capaz de someter y anular la autoestima de quien se atrevió a desafiar un consejo, prefiriendo arriesgar y apostar por su propio criterio. 

Y es que resulta, que el verdadero logro, el éxito cierto, es arriesgar. Atreverse a hacer conscientemente lo que crees más adecuado, poniendo en segundo lugar lo que resulte de ello. Y por supuesto, lo que opine el resto.

Pero quien da el consejo no lo ve igual, y de alguna forma, somete y esclaviza a quien solicita sus consejos. Empezando con un "te lo dije", que puede ir seguido de algo como, "para qué me pides opinion si luego haces lo que te parece". Sin comprender, o sin importarle que esa es la clave del libre albedrío. 

La inmadurez adulta lleva en su seno una buena dosis de esta carga. Gentes grandes que no se atreven a dar un paso sin supervisión y aprobación. Siempre pendientes y (de)pendientes de la opinión de otras personas, muletas de su inseguridad. 

Estas personas muleta, a su vez necesitan ser necesitadas. Requieren personas que desde su inseguridad se sometan, para así, poder seguir dando consejos y creando corte para alimentar su vanidad. 

Construir un criterio propio es la base de la autonomía del pensamiento y de la voluntad. La necesidad de aprobación de nuestras decisiones supone poner en manos de terceros la garantía de nuestra supervivencia emocional. 

La verdad, este aprendizaje me ha resultado muy útil para comprender el fondo sórdido del fatídico y tantas veces repetido: "Te lo dije". 

Comentarios

  1. Lo sabía...sabía que eres toda una caja de sabiduría,y con cada uno de tus escritos me reafirmo en mi afirmación. :)

    ResponderEliminar
  2. Gracias Clara, como siempre me encanta leerte🥰

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

ABRAZAR LA VEJEZ. Clara Bredy

FUEGO y FALTA DE PUDOR. Clara Bredy

EL ELEFANTE EN MI SILLÓN. Clara Bredy