A las amistades perdidas... Clara Bredy

Dedicado a las amistades perdidas…….

 

“A mis amigos les adeudo la paciencia, la palabra de aliento y el abrazo, el compartir con todos ellos la factura que nos deja la vida paso a paso”

 Alberto Cortez

 

 

Salí de casa de mis padres con 18 años en busca de libertades. De todas las libertades… No tardé mucho en saber que, contra todo pronóstico, estaba de acuerdo con muchas de aquellas normas de las que huía, pero sencillamente no soportaba que me fueran impuestas.

 

Sigo sintiendo lo mismo. Llevo fatal que me impongan normas. Pero un día me encontré con que quizás cumpliendo alguna de esas normas podía no dañar a otras personas. Y digo bien "podía". Aún sin tener la certeza, la sola posibilidad de que eventualmente pueda proteger a otras personas para mi es suficiente. 

 

Por suerte, aprendí que la autonomía era la única manera de incorporar una norma como válida. La autonomía de la voluntad, que es lo que da sentido al ejercicio de la libertad. Es decir, me impongo una norma respetando lo que la razón me dice de ella, aunque a veces vaya en contra de mis apetencias o intereses individuales.  Por eso digo “me impongo”. No siempre la norma moral coincide con la ley y es ahí cuando más esfuerzos tengo que hacer para discernir lo correcto y actuar en consecuencia. Lo que sí está meridianamente claro es que la racionalidad acaba siendo la clave de la ética y en muchas, muchísimas ocasiones, nuestra racionalidad nos dice inequívocamente que lo que debemos hacer, no es lo que nos apetece. Lo que media en todo este conflicto es simple y llanamente el concepto de Bien Común. Nuestro derecho a hacer lo que nos apetece y nos da ganas de hacer, frente al riesgo o daño que eventualmente pudiéramos ocasionar en otras personas por satisfacernos ¿De verdad tenemos ese derecho? 

 

Otra cuestión que en mi caso me sirvió de gran ayuda para situar mi modo de entender la Libertad, fue que por suerte tuve una estupenda profesora de filosofía en el bachillerato, que me orientó la lectura atenta del modo en que Kant plantea la libertad moral. Una capacidad de elección moral que permite decisiones éticas, en tanto que se impone la norma por encima de nuestros deseos o inclinaciones no compatibles con el bien común. En este sentido, para mí la Libertad va unida de manera consustancial a la Responsabilidad .

 

Desgraciadamente estamos hartas, cansadas y sin duda desconfiadas porque las medidas en la Pandemia cambian continuamente y a veces se tornan contradictorias, lo que nos acaba generando un enfado monumental y necesitamos descargar nuestra rabia e impotencia. Personalmente discrepo, ahora y en el pasado de algunas de las medidas tomadas y de otras que desde mi punto de vista debieron implementarse para facilitarnos la vida, y sin embargo no se pusieron en marcha. 

Es un momento de gran fragilidad psicológica para todas las personas que afrontamos críticamente lo que ocurre. Por esa fragilidad es si cabe más importante que nuestras críticas sean en profundidad y con toda la calma que podamos atesorar. Y, que nadie aproveche nuestro dolor en su propio beneficio.

 

A lo largo de estos casi dos años, personas muy cercanas, algunas de ellas con formación universitaria, me han planteado sus cuestionamientos a toda la gestión de la pandemia, e incluso a los análisis científicos. Hasta aquí estupendo, una posibilidad de intercambiar, comentar y crecer personalmente. Ojalá hubiéramos podido continuar conversando y deliberando pero progresivamente las disensiones pasaron a discusiones. Personalmente es muy doloroso el momento en que ves que entran en una estrategia pública y privada orientada a movilizar las tripas y no la razón. Amistades de mucho arraigo con las que he debatido durante años de muchas cosas y de la noche a la mañana te retiran el saludo. Aquí hay algo que no cuadra. Hay un claro proceso de infantilización en los mensajes: mensajes cortos, repetitivos, frases simples e incisivas a nivel emocional. Estas son técnicas hartamente conocidas y eficaces. Hay en ellas un culto al miedo, a ser víctima del sistema, víctimas del sistema democrático ineficiente y corrupto….

 

Estafadas, obligadas, violentadas. Así se sienten muchas personas que se han negado desde el primer momento al cumplimiento de las normas para gestionar la pandemia. Normas que se modifican con mayor o menor acierto a medida que se ha ido conociendo el comportamiento de las diferentes variantes que han surgido y las consecuencias que en la comunidad ocasionaban. Me pregunto si cuando afirman que los que no sienten y piensan como ellos, “están dormidos” y “han de despertar a la verdad”, son plenamente conscientes de que lo que dicen es que ellos son los portadores de la verdad.De qué verdad hablan, me pregunto. Como si la verdad no fuera poliédrica, compleja y cambiante. Si no tuviera graves consecuencias parecería un juego infantil. También me planteo si saben quiénes sacan jugosas rentas de su actividad en redes sociales o en eventos públicos esponsorizados.

 

Las amistades perdidas durante este tiempo a cuenta de esta distopía pandémica y de los gurús depredadores que se sirven de élla, siguen en mi corazón. Tristemente han convertido la disensión en enemistad, pero siguen en mis afectos. Y mi puerta está abierta a quien se anime a recuperar la deliberación y la razón. 

 

Vivir en un entorno de incertidumbre continua nos arrastra a buscar certezas, aunque estas puedan ser descabelladas. Nos aboca a la necesidad de pertenecer a una tribu en la que sentir cierto confort, donde nuestras libertades estén protegidas o al menos lo parezca. Y por desgracia “a río revuelto, ganancia de pescadores”, o dicho de otro modo: en no pocos casos se constituyen grupos de vinculación a líderes mesiánicos autoritarios, que nada tienen que ver con defender libertades ni derechos, aunque se valgan de estos términos y de nuestro sufrimiento para conseguir fidelizar a quienes necesitan como el aire un asidero que no se ve claro en la oferta “oficial”. Han conseguido difundir la idea de que la pandemia es una estrategia global para mejorar el control sobre todas nosotras. Como si al “Gran Hermano” le hiciera falta la pandemia para ejercer el control.

 

Gran parte de nuestros desencuentros no pocas veces están anclados en la aplicación de políticas autoritarias que impiden la comprensión del auténtico contenido de algunas de las normas que se nos imponen, sin permitir que las asumamos como propias (o no) en base a la autonomía de nuestra voluntad.

La toma de conciencia operativa lleva aparejado el desarrollo de estrategias de convivencia para organizarla. A eso denominamos normas.

 

 

Una de las mayores amenazas a esta estrategia es identificar las ideas de difícil conciliación con las personas que las presentan. De este modo la condición de humanidad cuyo máximo exponente es la empatía, desaparece. Hay expertos en explotar el miedo y la amenaza de sometimiento para conseguir que cualquier cuestión defendida por instancias de poder sea rechazada sin ser analizada. De manera que paradójicamente consiguen adeptos fieles a su supuesta actitud revolucionaria frente al “status quo”, que no son capaces de confrontar ideas sino personas. Se enfrentan a quien decide que sí le vale parte de las normas o su totalidad. 

El proceso de hominización-humanización viene mediado por la cultura, la socialización y por tanto las normas de convivencia orientadas al bien común, y

la condición de persona está mediada por la toma de conciencia de la corresponsabilidad en el mantenimiento de lo que nos hemos dado como intereses comunes. La creciente hipertrofia del interés (que no libertad) individual en un "caiga quien caiga", nos coloca ante un dilema existencial de compleja solución. 

 

Una última cuestión que merece algún comentario es el tema del control. No hay que ser una lumbrera intelectual para entender que las grandes corporaciones (que por supuesto gobiernan el mundo y se sirven de no pocos gurús de la conspiración para despistar al personal) no necesitan implantar un chip para controlarnos, ni por supuesto aplicar técnicas de control mental, cuando ya nos hemos vendido hace tiempo, cada vez que en un dispositivo le damos a “Aceptar”. Las grandes corporaciones no necesitan medidas coercitivas convencionales, desgraciadamente hacen con nosotros lo que quieren. Regalamos nuestros datos cada día y nuestro chip nos acompaña con nuestros dispositivos electrónicos. La democracia está en una crisis absoluta de posibilidad de seguir siéndolo. Acechada desde dentro del sistema, por quien quiere destruirla y concurre a las elecciones con cada vez más adeptos. Nos esperan tiempos oscuros, con aumento brutal de la desigualdad, acumulación de la riqueza cada vez en menos manos, control de las semillas y del agua (el oro azul) que desde hace un par de años cotiza en el mercado de futuros de Wall Street. Además de la desaparición del empleo tal como lo conocemos. Aumento de poder de las élites tecnológicas y en definitiva centralización en la toma de decisiones a nivel mundial. Situación aparejada a la subida al poder político (con cada vez menos capacidad de decisión frente al económico-tecnológico) de iluminados totalitarios "libremente" elegidos por una ciudadanía cada vez más asustada y desorientada acerca de quien amenaza realmente lo que nos hemos dado en llamar civilización y los muchos o pocos derechos que aún nos quedan.

 

Al Homo Sapiens, le esperan tiempos donde deberá convivir con individuos modificados genéticamente y con cyborgs. Mientras tanto algunas personas  emplean su precioso tiempo en convertir a los adversarios en enemigos, deshumanizando(se), renunciando a la empatía y desperdiciando el tiempo que nos queda en esta era. Con un paraguas para protegerse de la lluvia fina mientras a su espalda se aproxima un tsunami.


Comentarios

  1. Muchas gracias Clara por tu reflexión. Me llega a mi yo, dolorido y con huecos de amistades ausentes. Para mi uno de los golpes duros de estos tiempos.

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  2. ¡Genial, Clara! ¡Gracias por compartirlo!

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  3. Me ha gustado mucho, esta reflexión que haces, Clara. La conclusión que saco de todo ésto, es que, en momentos tan complicados, (que ni nos imaginábamos, que íbamos a vivir,) no hemos sido capaces de pensar colectivamente , sino todo lo contrario, "sálvese quién pueda". "Qué pena". Un abrazo!!!

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    1. Así son las cosas, se trata de que no nos arrase. Gracias por tus comentarios. Un abrazo

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  4. Gracias Clara, la claridad de la reflexión me ayuda a entender qué ocurre, y sobretodo entender que nos está pasando, y transitar de otra forma, en cuanto a esas amistades y afectos que se alejan o parece se pierden. Un abrazo

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    1. No sabes lo que supone para mi que sirva de algo hacer públicas mis reflexiones. Además al leerte me siento acompañada. Lo que es cierto es que no pierdo la esperanza y eso me mantiene a pesar de todo el disparate que estamos viviendo. Un abrazo

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  5. Enhorabuena, has hecho un análisis muy certero... Justo hace un ratito me pasaron unas imágenes en Tenerife de una manifestación negacionista y me quedé horrorizado por la cantidad de gente que había, tod@s sin mascarilla y mostrando desafiantes su fe en unos dogmas que en algunos casos rozan el delirio. No quiero ni imaginar las consecuencias sanitarias que va a tener esa manifestación y tantos otros encuentros que, pervirtiendo el sentido de la libertad individual, dañan tan claramente a los derechos colectivos a la salud y también a la auténtica libertad.
    Y me asusta muchísimo las consecuencias políticas que puede tener tanto borreguismo, no solo en relación a este tema. Temo que se repiten patrones como los que permitieron el ascenso del fascismo al poder...

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    1. Estoy contigo en que da mucho miedo, pero eso es lo que quieren quienes están al frente de todo este disparate. Si investigas quienes convocaron la manifestación y lees sus proclamas queda más que claro. Con todo por lo que hemos pasado, desde luego yo no voy a dar un paso atrás. Y con cinco niet@s menos todavía. Un abrazo amigo y gracias por tus comentarios.

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  6. Muchas gracias! Como siempre, es un placer leerte y sentirte cerca.

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  7. Clara, colega gracias por tus brillantes aportaciones a esta realidad social tan compleja y difícil que nos sigue golpeando.

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  8. Gracias Clara, muy enriquecedor. Sabias y tristes palabras las tuyas.

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