Mascarillas No gracias. Derecho a matar. Clara Bredy
Una y otra vez, cada vez que me pregunto acerca de las razones del negacionismo respecto a todos los aspectos vinculados al riesgo de contraer el Covid19 (y por supuesto de contagiarlo a los demás), a los métodos de diagnóstico como la PCR, y a la investigación científica en su conjunto. Y todo ello acompañado de todo tipo de supersticiones y presunción de maquiavélicos proyectos de extinción, no puedo menos que irme a los tiempos previos a la Ilustración, cuando el pensamiento mágico religioso unido a toda clase de corruptelas palaciegas y asesinatos por encargo, de poderosos y aspirantes al poder, dominaban la acción política y de Estado. Si bien muchas de las corruptelas permanecen con las mismas u otras formas, los ideales de la Ilustración del XVIII fueron dando paso a otro modo de enfocar el análisis de los eventos adversos, susceptibles de ser vistos desde una óptica distinta a la de los mitos, la magia o el castigo divino. Se abrió paso el pensamiento científico técnico y su desarrollo.
Estamos en tiempos duros para los
ideales de la Ilustración. Libertad, Igualdad, Fraternidad. Grandes palabras,
grandes aspiraciones. No cabe duda de que desde sus inicios la ilusión de la
perfección impregna el paradigma científico-técnico ilustrado, del que por
cierto las mujeres estuvimos explícitamente excluidas. Este paradigma le confiere
la condición de Dios "laico" a la ciencia, y ha llevado a nuestras sociedades a
necesitar certezas absolutas para cada nuevo evento o circunstancia que mueva
sus cimientos. Formas de gestionar basados en la razón absoluta, donde la
incertidumbre no tiene cabida. Y si algo tiene la ciencia es su condición
cambiante y por qué no decirlo, en ocasiones incierta.
Uno de los principios que más me marcó durante
mi formación, con 20 años de edad, fue el Principio de Incertidumbre de
Heisenberg, propuesto en el primer cuarto del siglo pasado, según el cual cuanta
mayor certeza se tiene acerca de la posición de una partícula, más incierto
será el conocimiento de su masa y velocidad. Debido entre otras cosas a que la
energía necesaria para incidir sobre él, en el proceso de observación hará
cambiar inevitablemente su posición. Este principio, aun proviniendo de la
mecánica cuántica, cambió mi manera de ver las cosas. Me hizo valorar la
condición inexorablemente relativa de nuestra realidad y además me llevó a
valorar seriamente el gran papel que tiene la incertidumbre en nuestras vidas.
Durante esta pandemia, por desgracia no hemos sido capaces de aceptar la condición incierta de gran parte de los acontecimientos que hemos vivido y nos tocará vivir, y por tanto hemos interpretado como mentiras, falsas verdades, conspiraciones, etc. cada cuestión que no encontrara encaje con nuestra necesidad de seguridad. Personalmente he decidido analizar lo que ocurre incorporando el análisis de incertidumbre.
En la parte de la prevención tendré un cumplimiento estricto de las medidas que en cada momento las autoridades sanitarias indiquen. Medidas que a veces parecerán, e incluso serán contradictorias, por la propia naturaleza de la pandemia y por la imposibilidad de saber a ciencia cierta cómo nos vamos a comportar. No hay más que ver en dónde tenemos los brotes que han generado mayor número de nuevos casos. ¿Quién podía pensar que íbamos a presenciar lo que estamos viendo una y otra vez, noche tras noche?. Debemos pensar con humildad qué hemos hecho en el pasado para que parte de los jóvenes de nuestro futuro estén dispuestos a morir y a matar.
En cuanto a la incertidumbre, no
estaría de más que aquellos que niegan entre otras cosas, la necesidad de las
medidas de protección frente al Covid 19, otorgaran el beneficio de la duda a
quienes sí creen en ellas. Por otra parte que no miren a otro lado ante las
decenas de miles de sanitarios muertos por un virus que según ellos mata menos
que la gripe.
Y por encima de todo, que la
libertad individual de no llevar la mascarilla (exponiéndose a las sanciones
oportunas, claro está), no pese más que la fraternidad, solidaridad, o simple
empatía, ante la posibilidad -por pequeña que sea- de matar a un semejante por
no llevarla. Interiorizar que a esa persona que está ante ti, le asiste el
derecho a que tu no le arrebates su vida. Y que a ti la vida te da el privilegio de
cuidar a otros con una mascarilla, y que esa mascarilla signifique para ti, la
renuncia solidaria que dé seguridad a las personas que te rodean.
Para pensar y actuar!
ResponderEliminarDe eso se trata.
EliminarUn dardo en la diana
ResponderEliminarPues toca seguir en la brecha
EliminarVivimos una época oscura, donde el fanatismo, la insolidaridad, el egoísmo, predominan. Caldo de cultivo perfecto para el negacionismo del covid, de las vacunas, el terraplanismo, el desprecio de la ciencia, el neofascismo...
ResponderEliminarConseguir un compromiso de los negacionistas si tienen la mínima empatía, ya sería un éxito.
EliminarLucido y certero comentario. Me quedo entee otras cosas con la invitacion a reflexionar acerca de qué hemos hecho para que los jovenes (y no tan jóvenes) actuén asi
ResponderEliminarNos cegamos con la euforia de los aplausos y teníamos delante lo que no supimos ver. Gente harta y asqueada de este mundo que nos devuelve la violencia al que lo sometemos
EliminarCompletamente de acuerdo, desde mis incertidumbres, con tu análisis, Clara. Gracias por tus aportaciones a un debate social cada vez más necesario
ResponderEliminarOjalá contribuya a la comprensión de lo que nos está tocando vivir
Eliminar¡Muy acertadas y oportunas reflexiones!
ResponderEliminarSi terrible es la enfermedad y los riesgos, no sé cómo llamar a quienes se creen en el derecho de poner en riesgo a otras personas, a quienes no respetan el esfuerzo y sacrificio del personal sanitario (y otro) que ha estado (y sigue) dándolo todo, a quienes no permiten que se gestione esta situación en las mejores condiciones posibles, etc.
¡Muy harta de teorías conspiranoicas, negacionismo, faltas de respeto...!
¡Gracias, Clara, por compartir tus reflexiones y animar al debate!
A veces me vengo abajo por no poder comprender en toda su dimensión la magnitud de está tragedia, con el convencimiento de que somos en gran parte responsables de ella. Cuando escucho decir que esto es como una gripe y miro la lista interminable de sanitarios muertos me pongo enferma
EliminarEstamos dentro de las consecuencias del calentamiento global y lo tenemos tan cerca que ni lo vemos. Creo que no alcanzamos a ver lo cerca que estamos de una crisis ambiental generalizada.
EliminarY lo que más temo es estar en pleno proceso con unas deficiencias de solidaridad tan tremendas.
Un análisis global y concreto de la situación actual que nos invita a una reflexión profunda y a una conciencia colectiva.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Necesitamos ahondar en la necesidad de una profunda Educación para la Ciudadanía desde el momento cero del proceso vital
EliminarGracias. Realmente me ha encantado, sobretodo la parte final sobre la libertad y el derecho de cada ciudadano, especialmente en estos días que el compositor Max Richter nos hacer rememorar la Declaración Universal de los Derechos Humanos con su acertado nuevo álbum Voices- All Human Beings. A uno se le pone la piel de gallina al volver a oír el discurso de Eleanor Roosevelt y no poder evitar contextualizarlo en estos tiempos tan necesarios.
ResponderEliminarQue buena relación la que haces. Me encantará releer el discurso. Gracias
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