La vida envuelta en la funda de mi almohada. Clara Bredy
Me gusta sentir el tacto fino y suave de los almohadones viejitos. De esa telita que deja ver la luz a su través, tras muchos, más que muchos años. Recogiendo sueños y sudores placenteros o menopáusicos y lágrimas de todas las clases y colores del arcoiris. Esa mágica funda que cada noche recibe fresquita mi mejilla con la carga y el disfrute de los días, es una auténtica gozada. El tiempo las desgasta como a mi, las hace más viejas y más finas. Se parecen a los valores profundos que han soportado mi existencia y que a mi alrededor parecieran a veces licuarse, desvanecerse. Rasgarse como las funditas de mi almohada. Si se rasgan, tocará fundas nuevas, de esas que no han tenido tiempo de amorosarse y necesitan una planchadita para simular ser viejas y suaves. De repente en esta historia nocturna de almohadones se ha metido una intrusa. Mi salud voluble y loca se ha e...